Pisando Minas. «Heces humanas»

Pisando Minas

Holita a todos. Con ustedes una nueva sección, columna de opinión con la que perder el tiempo, si lo tienen y les sobra. A partir de ahora, cada mes en esta página.

HECES HUMANAS

Contactaba el otro día por un asunto con Tomás Fernando Flores y, como hacía lustros que no hablábamos, temiendo que se hubiera olvidado de mí le refrescaba quién era yo, si es que alguien soy, habiendo aprobado en ego pero no en soberbia. Me recordaba, dijo, holgaba la presentación. Además, añadió, compartíamos en la profesión «amigos… y enemigos». Me contó el hombre sobre el que ha recaído la ingrata tarea de ocupar la dirección de Radio 3 en plena escabechina presupuestaria e ideológica, que anda sobrado de esos últimos. A cuenta de la supresión de aquel muy estimable programa que era Carne cruda está siendo víctima de una lapidación. Las descalificaciones, los insultos, se filtraban hasta en su correo personal. Se sorprendería el lector de lo fácilmente que se hacen enemigos, que no adversarios, en este oficio, negocio, pocilga o lo que sea; y de las molestias que pueden llegar a tomarse estos con el único fin de desacreditar o perjudicar a la diana de sus iras. En el caso de Flores, hasta se estaba urdiendo «un montaje para lanzar un libro», y no precisamente hagiográfico.

De enemigo dice el Casares que es «el que tiene aborrecimiento a otro». WordReference propone «persona que tiene mala voluntad a otra y le desea o hace mal». En el caso de Wikipedia se opta por «la expresión radical de la enemistad, el antagonismo exacerbado o el desacuerdo extremo, innegociable e intolerante entre personas o entes». Independientemente de los motivos abrigados por el enemistado y de que para enemistarse hagan falta dos, esas no son de ningún modo maneras de manejar una desavenencia. Al enemistador, ni agua. Lo mejor en estos casos es decir aquello de «hasta nunca», olvidar el asunto y dedicarse a tareas más productivas para uno y para los demás que concederle réplica a un caso perdido, al que no reconocemos ni en calidad de persona (?) ni de enemigo, ni por activa ni por pasiva. No seamos entonces como ellos. De las muchas clases de enemigos que a uno le pueden crecer como enanos en esta vida, algo por otro lado consustancial a ella, son los mas necesitados de compasión aquellos que se encarnizan y alimentan la enemistad hasta somatizarla en su razón de ser. La tenacidad de alguno de estos desdichados elementos es como para que se lo haga mirar seriamente. No basta con ignorarlos ni con expulsarlos a puntapiés de tu entorno inmediato, insisten en no darse por aludidos y proseguir su estéril cuita unilateralmente. Hacen rutina de la obsesión, convirtiéndose en stalkers, acosadores que llegan a desarrollar una persistente afición al cultivo de mala sangre y peores intenciones. Les atormenta tanto tu impermeabilidad a sus manejos que se vuelven como esas arpías de los folletines, que zaheridas en el orgullo no cejan hasta destruir al amante pródigo. Sus métodos no conocen límites ni escrúpulos. Su mezquindad, lo mismo.

Me recuerdan esos perennes resentidos a alguien con quien tuve el disgusto de compartir mi forzosa estancia en el ejército, un cabo que durante los dos años que duró la broma invirtió enormes cantidades de energía y bilis en conseguir no ya que a él le liberaran de las guardias y servicios que se chupaba, sino en persuadir a los mandos de que nos retiraran el privilegio a los que nos encontrábamos exentos de ellos, en mi caso por dirigir Moncayo, la revista de la V Región Militar. Ese era su concepto de la equidad, de la justicia. Hay que estar muy malito, o practicar el masoquismo, para razonar de esa forma tan insana. Y es que los enemigos son como las enfermedades, no los necesitas para nada ni pierdes el tiempo escogiéndolos, pero aún así te tocan. Lo mejor que se puede hacer con ellos, y con sus escuderos, es envasarlos al vacío y arrojarlos al retrete jalando luego de la cadena, hagan lo que hagan o intenten lo que intenten: empeorar tus condiciones laborales, menoscabar tus ingresos, convencer a un locutor de que no eres el más indicado para invitar a su programa, orquestar difamatorias campañas entre tus compañeros, abordar a los directores de publicaciones para las que colaboras e inflarles la cabeza de porquería respecto a ti, etcétera, etcétera, etcétera. No se consigue con eso que te dejen tranquilo de una vez por todas y se vayan al carajo —son como esos restos de hez adheridos en las paredes del inodoro, que ni rascando con una espátula desaparecen—, pero al menos de esa forma son ellos los únicos que se cansan de tanto chapotear entre sus propios zurullos.

© Jaime Gonzalo

 

2 comentarios en “Pisando Minas. «Heces humanas»

  1. hugo

    Ojo gonzalo,que flores echó a gallego porque siempre se metía con el p.p¿qué es de los servicios jurídicos del p.p el hombre techno) y nunca hace malas críticas de discos,cuidadín con el kolega…….
    Soy hugo de santander,te queríamos traer pero tampoco se ha esforzado mucho tu editorial.
    saludos

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  2. Enrique Martin Santidrian

    Soy reciente visitador de su pajina.Para mi leerle siempre es un placer.La envidia infundada es la que mas enemigos crea,el ansia de poder y de dinero(empiezo a desvariar).Saludos !! Seguire leyendole cada mes.

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