Archivo de la categoría: Pisando Minas

Columna de opinión.

Pisando Minas: «Infuso pero Confuso».

Fucking hippiesCondenado sea, nunca deja de desconcertarme, el personal. Y no me refiero ya al gentío en su conjunto, esa impredecible manada anónima, sino a individuos de pensamiento y trayectoria constatadamente solventes, incluso puede que relevantes, de los que cabría aguardar menos sorpresas en ese sentido. Sorpresas que si bien veniales, ponen de manifiesto lo mucho que de objetable tiene la naturaleza humana, raíz de todos nuestros males, y a la que acaso no escapemos ninguno de nosotros. Entro en materia. Cada varios meses me dejo caer por la redacción de Cáñamo para recoger números atrasados —de ahí el desfase de lo que paso a exponer—, en los que entre otros temas suelo encontrar deleite con la sección de Diego Manrique y las columnas de Moncho Alpuente y mi apreciado Alejo Alberdi. En el número de enero tropiezo con la de este último, que titulada «A vueltas con la contracultura» hace referencia a una de mis obras. Esta, el segundo volumen de Poder freak, se ve en dicho artículo englobada en un conjunto de títulos que como Rebelarse vende: El negocio de la contracultura y La conquista de lo cool, parecen compartir una mirada crítica sobre la tan manoseada efeméride contracultural. Y empleo la posibilidad copulativa del parece porque no he tenido ni el impulso ni la ocasión de leerlos, de ahí que me abstenga de opinar sobre el mayor o menor acierto de la equiparación, pero no así de la tesis que a su remolque se expone luego en el escrito, o mas concretamente de su «deontología».

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Pisando Minas. «Rolling cabezas»

Robespierre ejecutado.

Robespierre ejecutado.

Tomen nota, los morosos. Tengo un amigo de armas tomar. Trabaja en el ramo de los componentes industriales y uno de los clientes a los que provee ha sido tan insensato, y caradura, como para pretender revenderle una mercancía cuyo pago aún resta por hacerse efectivo. La reacción de mi compadre ha sido remitir al móvil del morrudo deudor un mensaje de los que no requieren palabras para hacerse entender, al menos metafóricamente. El mensaje en cuestión consiste en un breve vídeo en el que dos narcos mejicanos encapuchados ejecutan a sendos miembros de la competencia. Las víctimas están sentadas en el suelo, apoyadas contra una pared y maniatadas por la espalda. Del margen derecho de la pantalla emerge una sierra mecánica que sin más dilación procede a seccionarle el cuello a uno de los cautivos. El hombre entorna los párpados y se deja hacer sin oponer resistencia, como si supiera que su suerte está echada y que nada de este mundo ni del otro va a poder alterarla. Mana y salpica la sangre, el cuerpo se derrumba hacia atrás y su verdugo se afana con la sierra hasta separar la cabeza del tronco. Todo esto en apenas algo menos de un minuto, hombro con hombro con el otro condenado, al que ya cubre en abundancia la sangre de su compañero. A él le aguarda el mismo fin, que acepta con similar estoicismo, solo que el descabezamiento transcurre más lento y forcejeante, a la manera árabe, un cuchillo de monte tomando el lugar de la sierra.

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Pisando Minas. «Mi vida en la maleza de los fantasmas»

Pisando Minas

Por las razones que sean, decido el otro día desempolvar My life in the bush of ghosts de Brian Eno y David Byrne. Mientras el disco gira, no es su contenido musical, por otro lado envejecido, aquello en lo que más reparo. Otra cuestión se abre paso en mi mente, surgida de la nada: ¿Cuánto hacía que no lo escuchaba? Con toda seguridad, más de de veinte años. Por lo menos. Para según quien, toda una vida. Inútil intentar recordar esa última ocasión y cómo éramos yo y la mía entonces. En su momento, albores de los 80, lo exploré con asiduidad, como todo lo que venía firmado por Eno, venciendo el rechazo que empezaba a producirme Byrne y las ínfulas de modernidad ratificadas por los enterados del momento. No caigo ahora mismo, ya digo, en qué sucedió para que de un día para otro dejara de frecuentarlo. Probablemente irían desplazándolo otras novedades, o me lo sabría de memoria de tanto escucharlo… porque antes de que el mercado se saturara, cuando el tiempo parecía correr más despacio, los discos los oías hasta gastarlos. No importa. Lo que cuenta es que al contrario que otros títulos, nunca sentí la necesidad de recuperarlo, acaso por que ya había tomado de él todo lo que podía ofrecerme. Y eso me plantea otra cuestión. ¿Volveré a extraerlo de su funda antes de que el silencio eterno me envuelva?

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Pisando Minas. «Heces humanas»

Pisando Minas

Holita a todos. Con ustedes una nueva sección, columna de opinión con la que perder el tiempo, si lo tienen y les sobra. A partir de ahora, cada mes en esta página.

HECES HUMANAS

Contactaba el otro día por un asunto con Tomás Fernando Flores y, como hacía lustros que no hablábamos, temiendo que se hubiera olvidado de mí le refrescaba quién era yo, si es que alguien soy, habiendo aprobado en ego pero no en soberbia. Me recordaba, dijo, holgaba la presentación. Además, añadió, compartíamos en la profesión «amigos… y enemigos». Me contó el hombre sobre el que ha recaído la ingrata tarea de ocupar la dirección de Radio 3 en plena escabechina presupuestaria e ideológica, que anda sobrado de esos últimos. A cuenta de la supresión de aquel muy estimable programa que era Carne cruda está siendo víctima de una lapidación. Las descalificaciones, los insultos, se filtraban hasta en su correo personal. Se sorprendería el lector de lo fácilmente que se hacen enemigos, que no adversarios, en este oficio, negocio, pocilga o lo que sea; y de las molestias que pueden llegar a tomarse estos con el único fin de desacreditar o perjudicar a la diana de sus iras. En el caso de Flores, hasta se estaba urdiendo «un montaje para lanzar un libro», y no precisamente hagiográfico.

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