
Entrevista con Victor Bockris publicada en el nº 185 de Cáñamo, a raíz del lanzamiento de El affaire de Burroughs y Warhol en Libros Crudos.
En breve Libros Crudos publica en España la traducción de «El affaire de Burroughs y Warhol», la última obra de Victor Bockris (1949). Conocido entre el público de rock por sus imperativas biografías de Lou Reed, Keith Richards y Patti Smith, las tres traducidas a nuestro idioma, caso igualmente del tomo dedicado a Velvet Underground, este británico instalado desde la infancia en Estados Unidos también se acredita como uno de los principales expertos en dos de las figuras fundamentales de la cultura popular del s. XX, Andy Warhol y William Burroughs. Con el primero trabajó en la Factory en funciones de reportero de la revista Interview, dedicándole el sabroso volumen «Warhol: The Biography». De Burroughs fue así mismo amigo e interlocutor, firmando el esencial «With Burroughs: Report from the Bunker», publicado en España bajo el título «Con William Burroughs: Conversaciones Privadas con un Genio Moderno».
Íntimo de la realeza social que hizo de Nueva York ombligo del cosmos, Bockris no se limitaría a practicar el ladino arte del chismorreo aprovechando su privilegiada posición en la Factory. Autor en sus diferentes obras de un profuso e incisivo mural de las vanguardias contraculturales y élites hip surgidas entre la generación beat y el advenimiento punk —y en tal sentido cabe destacar su ensayo «Beat Punks»—, este dandy de afilado perfil es mucho mas que un biógrafo o un cronista. Pocos han sabido exprimir tanto jugo a sus personajes como ha hecho él con los muchos pesos pesados que ha tratado a lo largo de su carrera: Allen Ginsberg, Susan Sontag, Terry Southern, Debbie Harry, Robert Mapplethorpe, Martin Amis, Richard Hell, Cassius Clay, etc. Sus entrevistas y libros suelen ser apasionantes y crudas disecciones de lo humano y lo divino, y de las conclusiones que en ellos viajan emanan rayos de alto voltaje intelectual.
Con «El affaire de Burroughs y Warhol», Bockris materializa el resultado de una de sus mayores ambiciones: reunir a ambas vacas sagradas en una serie de encuentros informales y grabar todas sus conversaciones. Más allá de lo que pudieran decir o decirse ambos, tan coetáneos pero tan antagónicos, lo importante de este proyecto, realizado a principios de los años 80 pero no plasmado hasta ahora —salvo pequeños fragmentos aparecidos en el libro sobre Burroughs—, reside en las agudas observaciones con que Bockris pone bastidor narrativo al asunto. Amenizado también por el concurso de secundarios de lujo, caso de Mick Jagger en uno de los episodios más tirantes, constituye en esencia una reveladora zambullida en el refugium peccatorum de la alta comedia humana neoyorquina, pero también en los pensamientos más lúcidos que de esta se desprendieron.
No pone reparos el autor, sino todo lo contrario, a que centremos la charla que en exclusiva nos ha concedido alrededor de uno de los epicentros de aquellas sísmicas épocas, la ebriedad y la relación que con ella mantuvieron Burroughs y Warhol. De hecho, Bockris también recaló profesionalmente durante una temporada en la drug magazine por excelencia, High Times.
En 1971 usted se graduó en la universidad, esto es en plena resaca contracultural. ¿Qué grado de desarrollo y articulación había alcanzado para entonces la cultura de la droga dentro y fuera del ámbito universitario? ¿Cuál era el concepto que sobre las drogas corría entre la juventud?
Los primeros años 70 fueron tiempos de gran confusión y mucho abuso de drogas. Mientras que en los 60 los camellos solían ser amigos tuyos, para entonces las drogas las controlaban elementos del hampa. La cocaína estaba por todas partes, lo mismo que la yerba, el alcohol, el ácido y derivados de esa familia. Yo siempre había sido muy cuidadoso con las drogas porque sabía que me iba a ganar la vida con mi cerebro y no tenía intención de destruirlo. Creo que el colapso de la contracultura originado por los ataques de la administración Nixon a los héroes culturales del momento, a través de canales como el fisco, el FBI, la policía y la guardia nacional, que asesinó a unos estudiantes en la universidad de Kent, creó un estado de rabia y turbación. La gira americana de 1972 de los Rolling Stones glamurizó la cocaína y la heroína hasta extremos insospechados. Vi a muchos estudiantes freírse los sesos en la universidad de Pensilvania, y me mantuve alejado de aquello. Pero la yerba fue una compañera esencial durante esos embriagadores tiempos. La yerba, más que ninguna otra cosa, fue lo que nos mantuvo unidos.
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