Tomen nota, los morosos. Tengo un amigo de armas tomar. Trabaja en el ramo de los componentes industriales y uno de los clientes a los que provee ha sido tan insensato, y caradura, como para pretender revenderle una mercancía cuyo pago aún resta por hacerse efectivo. La reacción de mi compadre ha sido remitir al móvil del morrudo deudor un mensaje de los que no requieren palabras para hacerse entender, al menos metafóricamente. El mensaje en cuestión consiste en un breve vídeo en el que dos narcos mejicanos encapuchados ejecutan a sendos miembros de la competencia. Las víctimas están sentadas en el suelo, apoyadas contra una pared y maniatadas por la espalda. Del margen derecho de la pantalla emerge una sierra mecánica que sin más dilación procede a seccionarle el cuello a uno de los cautivos. El hombre entorna los párpados y se deja hacer sin oponer resistencia, como si supiera que su suerte está echada y que nada de este mundo ni del otro va a poder alterarla. Mana y salpica la sangre, el cuerpo se derrumba hacia atrás y su verdugo se afana con la sierra hasta separar la cabeza del tronco. Todo esto en apenas algo menos de un minuto, hombro con hombro con el otro condenado, al que ya cubre en abundancia la sangre de su compañero. A él le aguarda el mismo fin, que acepta con similar estoicismo, solo que el descabezamiento transcurre más lento y forcejeante, a la manera árabe, un cuchillo de monte tomando el lugar de la sierra.
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Contado así no parece gran cosa ni suscita excesiva compasión hacia los desafortunados. Seguramente ellos también habían cometido barbaridades parecidas. Sin embargo son imágenes contundentes, con algo de inverosímil, como todo lo que es demasiado real y por lo tanto atroz para que el subconsciente lo admita sin intentar atenuar la evidencia, diciéndose que es como en las películas. Pero no. NO es como en las películas. El vídeo —disponible en YouTube aunque en una versión censurada— se me queda impreso en la memoria, despertando en ésta una mezcla de fascinación y repulsa por las decapitaciones que me retrotrae hasta un lejano día de los años 60. Entrenando con el colegio en una pista de atletismo, una ráfaga de viento depositó a mis pies un pedazo de periódico en el que aparecía una foto de la guerra de Vietnam. Macabro trofeo, las cabezas cortadas de cinco miembros del Vietcong reposaban alineadas en un paraje selvático. A una de ellas le habían introducido un cigarrillo en la boca. Las otras parecían dormidas. Contemplar aquellas testas asiáticas me produjo una profunda impresión, tanto es así que todavía soy capaz de recordar bastantes detalles de esa foto que los años no han logrado diluir en el olvido.
No es, la decapitación, ni más ni menos cruel que otras formas de morir a manos del prójimo, tan imaginativo y diligente a la hora de acometer semejantes tareas. Con todo sigue pareciéndome una forma bárbara e indigna de dejar este mundo, si es que hay alguna muerte que revista dignidad, incluidas las debidas a causas naturales. Hay algo impúdico y obsceno en arrebatarle a alguien la cabeza, algo que seguramente atraía y magnetizaba a la ciudadanía francesa cada vez que Saint Just, el ángel de la muerte, enviaba a un enemigo de la revolución a la guillotina. Se puede entender esa atracción, porque somos así de enfermos, pero más complicado resulta encajar las piezas que pueden conducir a escoger ese método como medio de suicidio. La deriva por Internet a propósito de esta materia me lleva hasta una entrada que consigna singular noticia, bajo uno de esos titulares en los que resulta imposible no reparar: “Suicidio por decapitación con sierra mecánica” Esta si que es buena. ¿Un tipo que se autodecapita con una cortadora de chapa? Que alguien me explique cómo diablos lo hizo. Puesto que la página está destinada a profesionales de la ciencia forense, mi demanda se ve respondida sin escatimar detalles. «Se expone un caso de decapitación suicida realizada con una sierra de cinta para cortar metales. Precisó una laboriosa preparación previa en el taller de metalistería donde se ubicaba la máquina. El corte se realizó de delante a atrás con dirección oblicua, seccionando la escama del occipital en gran parte».
Apasionante, la aséptica prosa forense, tan científica, tan podada de sentimientos, se me revela como una forma literaria que rivaliza en precisión y funcionalidad con la dialéctica castrense de Clausewitz. No puedo resistirme a reproducir un fragmento del informe del levantamiento del cadáver: “Se trata de un varón de 22 años, sin antecedentes psiquiátricos constatados, aunque según parece con algunos problemas personales. En el lugar del levantamiento aparece una nota de suicidio escrita en el reverso de un sobre que se encontró a los pies del cadáver. El cadáver se halla en una nave-taller de metalistería, sobre la bancada de una máquina herramienta eléctrica usada para el corte de metales. El individuo prepara la escena y, para ello, acerca un remolque a la bancada metálica de la sierra eléctrica de cinta, dispone una viga en doble T que hace de contrapeso para vencer el muelle recuperador del área de corte y coloca una brida de plástico para mantener la presión sobre la tecla del interruptor de contacto. El cadáver presenta una sección prácticamente completa de la cabeza, apreciándose una única línea de decapitación que comienza inmediatamente por encima del cartílago tiroides y continúa en una línea ininterrumpida ascendente hasta la parte media de la escama del occipital. Está cortado el vértice del lóbulo del pabellón auricular derecho. Sólo conserva como unión de los dos segmentos un pequeño trozo de cuero cabelludo en la parte izquierda de la región occipital. De la observación del corte, destaca su regularidad y que afecta a orofaringe a la altura de la base de la lengua, médula espinal con sección completa, cerebelo en su mitad y ambos lóbulos occipitales, con mayor afectación del derecho. Los bordes son suaves, no invertidos y con ribete contusivo uniforme excepto en la parte posterior izquierda donde se hace irregular. No se encuentra ningún otro signo de violencia. El resto de órganos y estructuras de tórax y abdomen no muestran lesiones traumáticas, presentando un patrón macroscópico dentro de la normalidad para la edad del fallecido”.
Cabe decir a favor del suicida que el mérito fue doble, pues ademas de complicarse tan malamente la muerte, lo hizo bajo los efectos de cocaína y alcohol, cargadito de etilbenzoilecgonina, lo cual, debemos suponer, le entumecería los sentidos, con el consiguiente peligro de acabar todo el asunto en chapuza. En tan delicados momentos y bajo circunstancias tan adversas, supo conservar la cabeza para perderla.
© 2013 Jaime Gonzalo.
Si que es un poco jetita el chavea.La reaccion de su amigo no me parece desmesurada en absoluto.Sobre lo de autoeliminarse en mi modesta opinion creo que hay formas mas esteticas y supongo mas placenteras.Para acabar y aunque no se el lugar:Muy apasionante y humano el artculo sobre el bilbao actual.Un