El pasado número de junio de la revista Rockdelux incluía una reseña a mi último libro, Sobrevivir al paraíso, firmada por Marcos Gendre:
Jaime Gonzalo: la educación del individuo
Por MARCOS GENDRE“Músicos, críticos, público, ninguno de nosotros somos ni pintamos ya nada. A lo sumo, considerémonos espectadores contemplando cómo la máquina funciona sola”. Así se cierra uno de los artículos rescatados para “Sobrevivir al paraíso” (CO.TA.LI., 2015), el nuevo libro de Jaime Gonzalo, y la descripción exacta del marionetismo al que está abonado todo el que compre una entrada para el gran guiñol del pop. Tras cuatro décadas esquivando la cirugía estética en serie que sufrimos, Gonzalo lo tiene muy claro: si escribe un ensayo musical, su preferencia será transitar por la Ciutat Podrida que clamaba La Banda Trapera del Río para mostrarnos las venas de la Barcelona experimental de los 70s y los 80s en “La ciudad secreta” (Munster Books, 2013). Su ojo clínico traspasa la retina musical, enfocando en las raíces que vertebran todo el tinglado. La prueba mayor es su trilogía “Poder freak” (Libros Crudos, 2009-2014), una más que reveladora inmersión en la contracultura de los 60s y los 70s. Pero el tema da igual: Gonzalo siempre expone, no juzga; eso sí, la sangría que provoca la incisión de su escalpelo abrasa. Aunque suene a utopía en la actualidad, una opinión puede dar lugar a un mayor conocimiento, casi un descubrimiento… Eso sí, de consenso mejor ni hablar, ¿para qué? En vez de tales intenciones adoctrinadoras, su trabajo genera chispazos mentales en las quijoteras, una labor vital en estos tiempos donde impera el buenrollismo superficial de las palabras autómatas. En este sentido, el escozor de sus planteamientos es proporcional al grado cuestionador que contienen sus intenciones. Su voz no busca la repercusión directa, pero su semántica siempre se queda impregnada en el subconsciente. Lo importante es dar sentido a las palabras de Charles Fourier, que Gonzalo ya reprodujo una vez: “Educarse a sí mismo es la única manera de educarse que no es infinitamente perniciosa”.
Jaime Gonzalo.