Chuck Berry: Rock and roll music
La discografía de Chuck Berry, tan extensa como poco conocida, describe mejor que cualquier palabra el significado del R&R. Superpoblada de clásicos atemporales, e inspiradas curiosidades, es a la cultura rock lo que los diez mandamientos al cristianismo. Palabras mayores.
A eso se le llama universalidad. Rebasados Júpiter y Saturno, en lo más profundo del hiper-espacio, existe una grabación de «Johnny B. Goode». Fue lanzada con otros mensajes representativos de la civilización humana a bordo del Voyager I. Un satélite que la NASA envió a través de mudas constelaciones en busca de otras hipotéticas formas de vida inteligente. Mientras cumple su destino cósmico aquí abajo los efectos de «Johnny B. Goode», una de las más eternas expresiones del R&R, continúan perdurando con la misma fuerza que el primer día.
Desde un punto de vista estrictamente terrícola definen LA ESENCIA de una música que no ha necesitado evolucionar formalmente para conservar su impacto. Como la paleolítica rueda, que todavía es redonda, el arte de Chuck Berry desafía tiempo y progreso. Ninguna de las muchas agresiones devengadas por su uso y abuso ha podido aminorar o alterar el revolucionario poder de ese pragmático alfabeto. Muchos son los que han copiado sus canciones, pero nadie ha podido reproducir su sonido. En la imbatible versión original de «Johnny B. Goode», mucho más allá de su función detonante, condensa una fórmula perenne y un estilo único en su especie.
Desafortunadamente de tan célebre ha encasillado a Chuck Berry en un arquetipo del que, aparte de ese solitario atributo, poco más se sabe en términos generales. El grueso de su obra permanece sumergido bajo la punta del iceberg, debido en parte a un largo periodo de letargo discográfico. Hasta 1984, año en el que MCA se hizo con el catálogo Chess, sus LPs originales estaban descatalogados en Europa y América. Tan lamentable circunstancia fue reparada con un programa intensivo de fidedignas reediciones que, hoy por hoy, propagan de nuevo el fundamental legado de este genuino creador en casi su práctica totalidad.
El estrato más puro de Berry, el que le convirtió en leyenda y figura capital, se encuentra comprendido entre 1955-59, los años más fructíferos de su relación con el sello de los hermanos Leonard y Phil Chess. Una compañía de Chicago especializada en race music a la que proporcionó súbita expansión a nivel nacional y su más decisiva contribución a la génesis y ulterior desarrollo del rock and roll.
A pesar de no obtener ningún número uno los primeros singles de Berry, en su primaria y grácil palpitación, reinventaron la música popular con una copiosa amalgama de influencias ingeniosamente digerida, expuesta mediante atrevidas manipulaciones armónicas e investida de una elocuencia que nadie hasta ahora ha superado. El respaldo recibido de Alan Freed -remunerado nombrándole coautor de «Maybellene»- y un timbre vocal dudoso -las emisoras le creían blanco, eso evitó censuras segregacionistas-abrieron paso a un caudal de nuevas sensaciones a 45 rpm no reunidas en LP hasta dos años después de llegar Berry a Chicago.
«AFTER SCHOOL SESSION» (Chess-37). «ONE DOZEN BERRYS» (Chess-58). «CHUCK BERRY IS ON TOP» (Chess-59)
Aquí se encuentran ya todas y cada una de las inmutables características berryanas. Un universo construido a escala juke-box donde personajes y situaciones reflejan una extraordinaria percepción del entorno. Este, la clase media americana, es estudiado con ojos satíricos e inquisidores. La telegráfica prosa de Berry condensa amplios conceptos en económicos ideogramas verbales, todo un prodigio descriptivo que le hace crucial cronista de la época. Pese a la confesada autocensura —Berry trataba temas adultos pero no excluía el filón adolescente— sus retratos muestran soberbios trazos de sexo encubierto y análisis sociorraciales. Leonard Chess, que se reservaba el derecho a elegir personalmente las versiones definitivas privando a Berry de cualquier tipo de control artístico, entendió a su patrocinado como una novedad del momento a exprimir de inmediato. Obligado a enfatizar su marca de fábrica Berry redundó en el R&R instantáneo formulando inventivos derivados de «Johnny B. Goode» («Roll Over Beethoven», «Carol») y un apretado rosario de clásicos («Reelin’ And Rockin’», «School Day», «Brown Eyed Handsome Man», «Around And Around», «Rock And Roll Music») bombeados con fuelle propio: una guitarra eléctrica absolutamente visionaria, el fornido bajo de Willie Dixon, las volteretas armónicas que Johnnie Johnson dibuja al piano, la sincopada atmósfera de las melodías y una cremosa pluralidad de materias rítmicas. Los singles estaban reservados a la estricta disciplina del hit, pero con la aparición de los LPs emergieron las múltiples facetas que Chuck venía imprimiendo en caras B y EPs, además de un puñado de canciones sólo aparecidas en álbum. Hombre de amplios gustos y no menos versátiles recursos, con prioritario interés en blues y jazz pero también dotado para remodelar otras muchas fuentes, desde mambo hasta rockabilly o standards pop de décadas anteriores, explora, o simplemente se deleita con ellos, otros idiomas a los que traducir su talento. Instrumentales, mejunjes exóticos y demás experimentos reciben su proverbial tratamiento «my heart keep the rhythm and my soul sings the blues», desprendiéndose una veta de raras gemas («La Juanda», «Havana Moon», «Drifting Heart», «Blues For Hawaians») y otros hallazgos que irán apareciendo todavía en próximos álbumes.
«ROCKIN ATTHE HOPS» (Chess-60). «NEW JUKE BOX HITS» (Chess-61). «TWIST» (Chess-62). «CHUCK BERRY ON STAGE» (Chess-63). «CHUCK BERRY’S GRE ATEST HITS» (Gfefj-64). «TWOGREAT GUITARS» (Chess-64). «ST. LOUIS TO LIVERPOOL» (Chess-64). «CHUCK BERRY IN LONDON» (Chess-65). «FRESH BERRYS» (Chess-66).
Entre las primeras grabaciones que realiza en 1960 destaca «Bye Bye Johnny», sardónica y rotunda reafirmación individual que cierra, o abre, uno de los muchos ciclos de «Johnny B. Goode». Con nuevas creaciones como esta y material recolectado años antes se condimentan sus tres primeros LPs de los sesenta. En ellos perfecciona las acuarelas rápidas de sexo-coches-rock and roll («Let It Rock», «Little Queenie», «Back In The USA», «Sweet Little Rock’n’ Roller», «Jaguar And Thunderbird ») y aparecen temas personales (el arrepentimiento paternal de «Memphis») ocultos entre una marabunta de aventuras escolares y otras órbitas vitales del colectivo teenager («Almost Grown», «Anthony Boy», «Thirteen Question Method»). El bromista que vive en Berry asoma con cómicos malabarismos de sílabas y situaciones («Too Pooped To Pop», «Jo Jo Gunne»); en cuanto a la sustancia musical, depreda en su archivo de conocimientos ya sea con versiones («Route 66», «Down The Road Apiece»), abundantes ejercicios de blues, prototipos surf («Betty Jean») o pilares del R&B moderno que en otro continente encienden la mecha de los Rolling Stones y toda su generación (las todavía impresionantes «I’m Talking About You» y «Come On»). La racha cesa cuando Berry es encarcelado en el 62 —denunciado y acusado por una prostituta menor de edad a la que había despedido del puticlub que poseía en St. Louis— y cumple dos años de condena. Chess, que en «Twist» ya recurre a un 60% de material previamente publicado en antiguos LPs, tapa el bache con «On Stage», un falso live (sobrantes inéditos de estudio del 60-61 con aplausos superpuestos). Mientras, en una celda de Indiana, Berry presencia impotente como se resquebrajan su matrimonio y carrera. Cuando recobra la libertad es un hombre amargado que ha perdido el interés por la música. Lo recupera al comprobar que, lejos de considerarle un fósil en extinción, las nuevas generaciones musicales le reverencian. Beatles, Rolling Stones y Beach Boys cimentan sus primeros pasos sobre la huella de Berry y este otorga en reemprender lo que parecía concluido. A principios del 64 graba una serie de singles, fortalecidos por la aparición de un poderoso bajo eléctrico y las técnicas esteorofónicas, que refrendan su formidable vigencia: rockers contundentes («Promised Land», «No Particular Place To Go»), blues cristalino (el «Things I Used To Do» de Guitar Slim) y otras aleccionadoras muestras de su recuperación confluyen en «St. Louis To Liverpool». Antes se meditan el inefable grandes éxitos y «Two Great Guitars», insólito LP que contempla duelos instrumentales con Bo Diddley, compañero de sello y sin duda inspirador del afrobeat que respiraba «Beatiful Delilah». Frente a frente gana Bo (su reverberada guitarra se impone brutal y psicodélicamente en la larga jam «Chuck’s Beat») pero Berry conduce por su cuenta «Liverpool Drive», una devastadora improvisación que figura entre lo más killer de su repertorio. Se planta en el 65 con otro racimo de brillantes sencillos que contienen vigorosas e híbridas renovaciones R&B («It Wasn’t Me»), acordes audaces («Dear Dad») y remodelaciones lisérgicas de «Memphis» («Little Marie»). Como su título indica «Chuck Berry In London» se graba en Inglaterra, donde es todo un mito, con el acompañamiento de los Five Dimensions y canciones magistrales («My Little Love Light»). «Fresh Berrys», favorito personal de Cyril Jordan y posiblemente uno de sus LPs más jugosos de esa década, da paso a su exilio de Chess por un período de tres años.
«CHUCK BERRY’S GOLDEN DECADE» (Chess-61). «GOLDEN HITS» (Mercury-67). «IN MEMPHIS» (Mercury-67) «LIVE AT THE FILLMORE» (Mercury-67). «FROM ST. LOUIS TO FRISCO» (Mercury-68). «CONCERTO IN B. GOODE» (Mercury-69).
El abandono obedece a razones de índole monetaria. Su desacuerdo con Leonard Ches en lo referente al porcentaje de royalties que percibe le conduce a un periplo de cinco LPs para Mercury. En «Golden Hits» y parte de «In Memphis» regraba varios de sus antiguos hits, pero en cualquier caso el propio Berry reconoce que todo este material es notablemente inferior a las grabaciones originales de Chess. Y si él lodice yo le creo. «Golden Decade», único producto lanzado por su antiguo sello en estos años, inicia una serie de muy recomendables recopilaciones comentadas más adelante.
«BACK HOME» (Chess-70). «SAN FRANCISCO DUES» (Chess-71). «ST. LOUIS TO FRISCO TO MEMPHIS» (Mercury-72). «THE LONDON CHUCK BERRY SESSIONS» (Chess-72). «GOLDEN DECADE VOLUME 2» (Chess-71). «CHUCK BERRY» (Chess-74). «ROCK IT» (Atlantic- 79).
Hacía once años que la edad de oro del R&R estaba clausurada, pero la vuelta de Berry a Chess en 1970 despierta de golpe todo el esplendor de un género que esa década, en un revival que invade Europa, gozará de buena salud. «Back Home», grabado en el 69, es una afinada puesta al día de sus fundamentos (la sublime «Tulane», «I’m A Rocker», el blues inmaculado de «Have Mercy Judge»), expresada con prosa picaresca y esa frescura instrumental que siempre ha hecho sonar a Chuck secularmente actual. «San Francisco Dues» es el primer LP autoproducido y grabado fuera de Chicago. Aunque sea Michigan el lugar escogido en su conjunto está impregnado por Nueva Orleans, ritmos pantanosos de Louisiana y aromas cajún (la permutación de «Jambalaya» en «Bordeaus In My Pirough») aunque también dispone de material del de siempre, «Viva Rock & Roll», un excedente del 66. Editado en España por Movieplay bajo el título de «Louisiana». La clamorosa demanda europea de R&R le acerca de nuevo al Reino Unido donde se graban varios temas de estudio («London Berry Blues» merece ser estudiado a fondo) y un concierto que configuran «The London Sessions». De aquí brota el único single de Berry que alcanza un primer puesto, «My Ding A Ling (live)», aislado divertimiento al que superan otras feroces piezas en directo del disco, «Johnny B. Goode» o «Reelin’ And Rockin’». El incremento de actuaciones, un promedio de 70 a 100 bolos al año, mengua la productividad discográfica. «Bio», donde le acompañan los Elephant’s Memory, mantiene un excelente nivel pero no obtiene continuación hasta el 75, cuando Berry abandona Chess definitivamente con «Chuck Berry», LP que no he tenido el placer de escuchar.
Cuatro años después aparece «Rock It», su última grabación de estudio hasta la fecha, altiva exhibición de tronío (cosas tan aplastantes como «Move It») que ni siquiera advierte que el planeta lleva dos años conquistado por la chusma punk.
«THE GREAT TWENTY EIGHT» (Chess-82). «CHESS MASTERS» (Cbess-86). «ROCK’N’ROLL RARITIES» (Chess-86). «MORE ROCK AND ROLL RARITIES» (Chess-86). «THE CHESS BOX» (Chess-88)
Los tres volúmenes dobles de «Golden Decade», ensamblados en los 70 con reprocesamientos estéreo de masters originales, son sin duda lo mejor en materia de recopilaciones. Tienen extensas y acertadas selecciones, alguna que otra oscuridad y un sonido corpulento. Están descatalogados, pero en España todavía corre la versión abreviada, un box-set de 3LPs comercializado por Zafiro; y con un poco de suerte en la segunda mano es posible localizar «Motorvatin’», doble originalmente publicado por la Phonogram inglesa que a efectos es otro extracto de «Golden Decade». Tampoco es fácil hacerse con «The Great Twenty Eight», otro doble, americano, que dispone de nuevas remezclasen mono y una programación magnífica. Una buena síntesis de este es «Chuck Berry: Greatest Hits» (Chess), un CD de 23 temas pero con sonido inferior. «Chess Masters» es una edición legal de material inédito y alternativo que durante años circuló en forma de pirata. De aquí y de «Golden Decade» se extrae buena parte del arsenal recogido por «R&R Rarities» y «More R&R Rarities», LPs doble y sencillo respectivamente que también disponen de canciones inéditas, demos, tomas alternativas y numerosas stereo mixes de glorioso sonido. Naturalmetne se trata de piezas para completistas y conviene aclarar que sus versiones europeas —Charly las concentró en un doble LP— padecen pobres prensajes. Finalmente tenemos «The Chess Box», sólida antología de 6 LPs o 3 CDs que propone 71 temas, incluyendo curiosidades de propina, dotados de sonido superior y libreto adjunto.
Títulos menores de posible interés son «Live In Concert» (Magnum-78), «Toronto R&R Revival 1969 Vol I y II» (Accord-82) y «Chuck Berry: Hail Hail R&R» (MCA-89), aunque evidentemente ninguno de ellos da la talla con respecto al período Chess. De este se ha reeditado casi todo lo que llega hasta el 66. Las copias americanas son de muy buena calidad, algo que no se puede decir de las ediciones de Zafiro —que también publicó los dos tomos de «Rarities»— todas ellas en serie media con portadas de colores desvaídos y prensajes inadmisibles.
Jaime Gonzalo.
[Publicado originalmente en Ruta 66 n.º 62 (mayo de 1991)].