Se ha publicado recientemente una nueva edición de mi columna en Rockdelux.com, «Señales de humo»:
SEÑALES DE HUMO
Glosófagos sin paladar: Transfugismo linguístico.Hablamos mal y escribimos peor. No son necesarios estudios demoscópicos para respaldarlo. En esa realidad, la prensa ocupa un papel nada halagador, según los expertos. El periodismo está perdiendo las formas y la de corrector de estilo parece una profesión sin futuro. Sea por regulación de plantilla o debido a la dejadez, llevamos camino de que no haya estilo que corregir. La prensa musical no es ajena a una problemática a la que se suma el uso cada vez más frecuente y abusivo de anglicismos, como si la castellana no fuera una lengua lo bastante solvente. Jaime Gonzalo reflexiona sobre ello en esta columna.
Reclamados y supuestamente remunerados por la Fundéu BBVA y la Fundación San Millán, escritores, periodistas y lingüistas del tinglado oficial, RAE incluida, se congregaban hace unas semanas en el X Seminario Internacional sobre Lengua y Periodismo, como en anteriores ediciones, con objeto de debatir los gajes de su oficio. En esta convocatoria el argumentario lo acaparaban los libros de estilo y su función en la era del tótum revolútum de la “marca personal”, sea esta lo que sea. A propósito de ello se lamentaba uno de los ponentes: errores y malas prácticas proliferan en los medios a falta de un control más riguroso. No solo escasean correctores, añadía otro participante, también son contados los actuales periodistas que pueden ser considerados como tales. Más allá de estos razonamientos, todos ellos potenciales pasadizos a bizantinas deliberaciones, en un mundo cada vez más normativo como el que hoy nos aprisiona lo que deberíamos sopesar es la necesidad de, gramática aparte, regular algo tan personal como es la escritura, incluso en la homogeneidad de un medio que se debe a sus propios criterios, sea rotativo, revista o panfleto. Ya es suficiente unicidad la del pensamiento; como mínimo, que no contagie a su formulación. Dadas las circunstancias, clamemos un sonoro “¡Viva la tautología!”.
Jaime Gonzalo.