EL CANALLA. Capítulo 19.

RESUMEN DE LO ACONTECIDO:

El marqués de Llobregat, Paco, la cabeza del inspector de Hacienda y el testigo de Jehová lo tienen más negro que el engrudo. A no ser que ocurra un milagro, todos están condenados a ser devorados por Amparo y Oriol. Mientras se cuece el fatal desenlace, el home del temps «sombi caníbal sadumasuquiste psicópate» medita qué se papea antes, si la apergaminada más tierna pilila del marqués o los suculentos aunque seguramente correosos testículos de Paco, que, todo hay que decirlo, son como dos bolas de billar.

***

Oriol estaba calibrando las virtudes nutritivas de su próximo ágape y manoseaba sin reparos las partes nobles de Paco. Aunque este disfrutaba del sobe como un camello, viéndose por fin en brazos de Oriol aunque al precio de acabar reducido a pulpa en su aparato digestivo, no quiso comprometer la hombría que de cara al exterior cultivaba, y mientras se le ponía dura empezó a protestar, hecho una fiera.

—A mí no me meta mano tú, serdo. Ya pue zer tú un sombi o er mimízimo Jozé María Iñigo, que a mí nomatoca lo cohone ni dio. Zinotuviera yo aquí encadenao tiba a poné a cardo, zurundi animá ajedresita proztático. Que musho cuento tiene tú, maricón, ma que maricón.

Dispuesto a comerse el aparato reproductor de Paco, la boca se le hacía agua a Oriol. Abría ya sus fauces para hincarle el diente a tan portentosas esferas cuando la puerta de la mazmorra se abrió de una sonora patada. La Menchu y sus cocineras ninfómanas irrumpieron en la estancia profiriendo gritos de victoria y lanzando langostinos congelados a modo de fuego de cobertura y al mismo tiempo de distracción. Efectivamente era ella la que Oriol había visto en el drugstore de Paseo de Gracia, y desde entonces venía espiando todos sus movimientos. La Menchu dijo…

—A veure que collons esteu fen aquí, che. Ya me estáis entregando la fórmula de la drogue que convertech a la chent en Chombis Canibals Sadomasochistes Chicópates. Per si no lo sabéis, nosaltres ya tenim l’antídote. Estando en nuestro poder las dos coses, el CHE será invencible, che.

Dicho esto clavó dos mejillones empapados en cloroformo en las nalgas de dña Amparo y Oriol. Después los maniató y los metió a los dos en sendas sacas de correos que había hurtado de la estafeta de Travesera de Gracia. A continuación, sus cocineras ninfómanas, que aquel día eran doscientas treinta y dos, se llevaron los bultos con felina rapidez. La Menchu se dirigió a los cautivos.

—Che, teniu suerte de que mis cocineras tienen feine que hacer, que si no os haurien destrosat a polvos, desgrasiats. Pero no us creáis que estáis a salvo, che. No pienso dejar testigos.

La Menchu agarró la paellera escudo que con el lema «Ocaña Vive» pintado en ella llevaba prendida a su espalda, y empezó a atizarle sañudos paellazos a la cabeza del inspector de Hacienda. Paco no pudo soportar tanta crueldad y abrió la bocaza.

—Mu valiente ere tu con un hombre que zolo tiene cabesa, fallera mayó lo cohone. Po mi mueto que zi notuviera yo encadenao tiba a partir er arma, ozú. Mecaguen lo tampaz de Manolita Chen.

A la Menchu le dolió en lo mas profundo de su chapucera vaginoplastia que Paco mentara las compresas de Manolita Chen, que junto a Ocaña y el difunto Pedrito Rico, que Dios tenga en su gloria, constituían sus mayores ídolos. Así se lo dio a entender, reforzando sus palabras con un certero paellazo que le propinó en toda la boca. Iba ya a desnucarlo con el canto de aquel mortífero utensilio de cocina cuando hicieron su aparición Maruja, la hermana del legionario, y un travesti amigo suyo que se llamaba Espartaco pero al que todo el mundo conocía por Vanesa. Arresulta que Maruja había decidido visitar por sorpresa a su novio Oriol, y al tener que subir a pie por la escalera, pues Paco había descacharrado el ascensor, repararon en los extraños ruidos y gritos procedentes del tercero segunda, cuya puerta había sido reventada por los del CHE, reconociendo ipso facto la patibularia voz de su hermano. Su colega travelo le arrebató la paellera de un manotazo a la Menchu y con una sola mano la fue estrujando hasta dejarla convertida en una informe birria. Encarándose con el terrorista valenciano, le dijo con retumbante y cazallosa voz.

—Pos yo cada mañana me desayuno tres támpax de Manolita Chen y sinco calsonsillos de Bruno Lomas, ¿pasa algo, picha corta?

EPILOGO:
¿Ha probado Vanesa, además de los támpax de la Chen y los braslips de Lomas, los calcetines de José Velez? ¿Recuperarán su estado natural Oriol y la Corominas con el antídoto que dice tener en su poder el CHE? ¿Le perdonará Paco a Maruja que ande por ahí en compañía de un travelo de barba cerrada? ¿Acabarán arrancándose la silicona y tirándose de las pelucas Vanesa y la Menchu? Respuestas a esas y otras preguntas en el próximo episodio de El canalla, una radionovela para quitarse la chapela.

© 2012 Jaime Gonzalo.

 

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