La semana pasada vio la luz otra edición de mi columna en Rockdelux.com, «Señales de humo»:
Si no un bonito cadáver, qué menos que dejar un “original” souvenir orgánico a deudos y allegados. Se acabaron los camafeos con mechones de pelo, los brazos incorruptos, las momias de cuerpo entero. La últimas tendencias señalan que nos perpetuaremos convirtiendo nuestras cenizas en un bonito disco de vinilo. Mortuorio fetiche donde se conservarán para la posterioridad las melodías que en vida nos marcaron, aquellos sonidos que se nos antojen o, dada la indecisión de muchos, el más sepulcral de los silencios. Jaime Gonzalo reflexiona sobre este espinoso tema.
Jaime Gonzalo.
No me preocupa la muerte,me asusta el dolor,propio y ajeno,mas el propio logicamente.
La cuenta atras empezo tras el alumbramiento.
Mezclarse a pelo con la tierra(lo mas economico),convertirse en rama,luego en cagarruta de cabra hasta ser mas pequeño que un grano de arena.
Despues de este natural proceso,no se acordaran de nosotros ni Dioses ni Diablos(supongo)
jejejejeje, uno se descojona de la risa pensando en el típico vinilynista, ese que hace tiempo Ignacio Juliá describió magistralmente en un Ruta bajo el título ‘El hombre que hablaba a los caballos’…en su caso, a los vinilos. Polvo eres y en polvo (vinilo) te convertirás. Pero…¿De que te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma, viejo rockero? Keep on Mortis