RESUMEN DE LO ACONTECIDO:
Habíamos dejado a Paco acudiendo de estranjis a El Cachirulo mientras se suponía que sacaba de paseo a Filomeno. En dicho bar sito en la calle Robadors, al lado de una clínica de enfermedades venéreas, el legionario ha quedado citado con un compi llamado el Recortada cuya compañía no puede traer nada bueno a nadie, y mucho menos a Pacorro. Harto de vivir del cuento y de que cada noche después de cenar se la chupen consecutivamente la Vane, la Maru, la cabeza del inspector de Hacienda y el can Filomeno, nuestro hombre está a punto de caramelo para darse de nuevo a la mala vida.
***
Liquidado el reconciliador ágape a base de crustáceos decápodos y vinacho indocumentado, los Lerendas se pidieron sendas botellas de orujo y fueron a recogerse a un pequeño reservado. Allí, el Recortada frunció el ceño y le dijo a Paco que tenían que hablar de algo muy serio y hacerlo muy seriamente…
—Verá, Paco, creo que ha llegao el momento de que tú y yo hagamo un trabajillo junto…
—Pero qué dise tú, shalao, si yo me he propueto no trabajá hata que cumpla lo noventa y sinco.
—No me ha entendío, cabesón. No te digo yo un curro legá, zino pegá un palo po ahí.
—¿Quié tú desí un atraco?
Cuando Paco mencionó la palabra «atraco», al Recortada se le desamontonó el entrecejo, dibujándose en su patibulario y atizonado careto una sonrisa de oreja a oreja. Acto seguido ordenó a Marcial que se trajera un par de bocadillos de anchoas, dos superjarras de cerveza y sendas raciones de tarta de kiwi al whisky. No cabía en sí de gozo.
—Azín me guta a mí… Tratá con gente indilgilente que piya la coza a la primea.
—Pero tú etá sunomalisáo, Recor, ¿cómo vamo a atracá nozotro anaide? ¿Cómo lo vamo a hasé, ein? ¿Apuntándole con la pisha?
—En prime lugá, nozotro no vamo a atracá a naide, nozotro vamo a atracá un banco, que e mu diferente poque e como robale a un ladrón. En zegundo lugá, lo vamo a hasé con eta presiosidá…
Dicho esto el Recortada se sacó de debajo de la mesa un paquete envuelto con hojas del Interviú. Lo desenvolvió con malas maneras y muy torpe destreza manual, haciéndose un lío terrible con un póster de Susana Estrada quilándose a un robot. Finalmente, tras arrebujar papelotes durante diez minutos, consiguió extraer de su envoltorio un escopetón de cañones recortados.
—Mía tú qué maja e mi niña. Con eto atraca tú lo que te salga lo cohone, que te lo digo yo, Paco. Un diparo y le hase un bujero a un tío en er que pué aparcá er coshe, y lo zé po epirsiensia.
Mientras sostenía en sus manos aquel trabuco, Paco parecía rumiar apesadumbradamente. Tras romperse varios vasos sanguíneos del cerebro intentando tomar una decisión, chasqueó la lengua y dijo…
—No zé yo, Recor, a la Vane no le va a asé ninguna grasia que me ponga yo ahora a robá banco po ahí, y ansima contigo, que no te pue tragá.
—Pero vamo a ve, Paco, lo que tú no pué asé e orvidarte de que etamo en una sosiedá patriacal. Eto e, antroporlógicamente hablando, que lo varone tenemo prieminensia sobre la embra en uno o vario apeto de la organisasión por la cual se rigen compotamiento ofisialmente aseptaos. Bien e verdá que a fin de cuenta to esto se traduse en una ditribusión desiguá del podé entre hombre y mujere. Pero lo hesho hesho etá. Y ateniéndome yo a la dibisión sesuá der trabajo, te digo yo que la Vane no tie ningún deresho jurídico zobre ti pa desite en lo que tú pue trabajá y en lo que no.
—Etoi d’acuedo, pero lo que me viene a desí e que etamo hablando de relasione sexo-política desde er punto de vita de lo potulao der feminimno radicá, según er cuá la relasione sesuale son relasione política, a travé de lo cuale lo varone dominamo a la mujere. Y ezo no se pué aplica con la Vane, poque a ella le va tanto metela como que ze la metan, y urtimamente le ha dao po lo primero. Tanto e azí, que tengo er caca como una boca de metro. Y cuidao con desirle que no, que no vea tu lo guantaso que marrea cuando le digo yo que tengo doló cabesa pa que no me vuerva a reventá er bulete.
—Pero zi a ti te guta que la Vane zea azina y que quilá con eya rezute má esintante que darse d’otia con un potero dicoteca, que a ti te va la marsha. Ademá, en cuanto apareca tu vetío como un cabayero, con un decapiotable apacao a la pueta de caza y la llave de un shalet en Casterdefé en laz mano ya verá tu como le cambia la jeta a la muy puta, que toa son iguale. Con la pata que zaquemo der palo tu y la Vane podría viví como artihta de sine. Yo me piraré a la Alpujarra y me cotruiré una caza rurá pa vivi desentemente der turimo ecozotenible. De eta no retiramo tú y yo, po mi mueto, Paquillo.
No hizo falta decir más. La hueca calabaza que Paco tenía por testa empezó a segregar opulentas imágenes de lujo asiático y despilfarre a tutiplén. Finalmente la Vane podría operarse como es debido y deshacerse de aquel monstruoso rabo que tantos estropicios le estaba causando en el ano. Ya se imaginaba el hombre en perpetua orgía, ciego de farlopa y champán, metiéndole la cabeza a la Vane por aquel portentoso hito de la vaginoplastia que había dejado una espaciosa e insondable cavidad donde antes se levantaba un soberbio falo surcado de venas que parecían afluentes del Ebro. ¡Cómo se iba a poner! Volvió en sí de sus cerdeces para preguntarle al Recor qué banco iba a recibir el palo…
—Pue cuar va a zé, er Banco Zentrá, en la plasa Catalunia.
Hombre, como arriesgado, lo era, barruntó de inmediato Paco, pero el Recor tenía razón. De esta, si salían, salían a manos llenas. Valía la pena intentarlo. Animado por el puntillo final que le había dado el coñac en el que venía anegada la tarta de kiwi al whisky, lo vió todo tan claro que hasta requirió de nuevo los servicios de Marcial para celebrarlo. El pobre hostelero, que a punto estaba de bajar la persiana, vio como una noche más su horario laboral iba a prolongarse hasta el alba, pues los Lerendas acostumbraban a transformar el Cachirulo en un after hours de uso exclusivo. Sin que nadie se lo pidiera, puso el «Achilipú» en modo de repetición y se dirigió a la cocina para preparar a aquellos gañanes medio centenar de empanadillas de atún y la especialidad de la casa, la Olla Orsini. Consistía esta básicamente en arrojar a un perolo todos los sobrantes del día, que a su vez lo eran ya del anterior. En esencia salsichas encebolladas, cecina rancia, ensaladilla rusa con moscas, cuatro barras de pan duro y una arroba de serrín del que se había acumulado a los pies de la barra, y que constituía el ingrediente secreto de tan sostenible platillo. Preceptivamente pasado por el túrmix y regado con pacharán, sangría y cachaza, el engrudo resultante se introducía en el horno durante dos horas y luego se servía y comía caliente hasta decir basta, pero, eso sí, acompañado de refrescantes caipivodkas y margaritas. Hombres de buen yantar, nuestros rufianes no solo dieron cuenta de la bombástica olla, sino que pidieron otra. Una vez engullida esta, los alegres compadres llevaban ya tal tablón encima que Marcial asumió llegada la hora de la traca final con que solían concluir Paco y el Recor sus cimas. Como de costumbre tan ciegos que eran incapaces de pedir por teléfono los servicios de un par de travestis a domicilio, se empeñaron en hacerlo a gritos y al sufrido Marcial no le quedó otra que despertar a su suegro, que como su señora y sus hijos residía en la planta superior, encima del bar. Le puso una peluca rubia al carcamal, le maquilló y le vistió con la ropa interior de fantasía, ligueros incluidos, que su santa esposa guardaba para días señalados. Una vez caracterizado su padre político de putón transexual, lo entregó a aquellos dos energúmenos para que desahogaran con él sus aberrantes calenturas. Tan tajaos iban que ni se enteraban de que el objeto de su lujuria y desviaciones sexuales no era otro que el pobre don Onofre, mientras éste, gagá desde que Franco era cabo, en su senilidad los tomaba por dos enfermeros que habían venido de urgencias a ponerle enema tras enema.
EPILOGO:
Vamos a ver… ¿Tiene posibilidades eso de presentarse en el Banco Central y decir aquello de «tor mundo ar zuelo, eto e un atraco»? ¿Reaccionará bien la Vane cuando se entere de tan insensato plan o le dará a Paco para el pelo con la tabla de planchar en la cabeza con objeto de quitarle esa idea de la ídem? ¿Goza don Onofre cuando es mancillado por Paco y el Recor en su orgía gastrosexual o solo finge los orgasmos? ¿Le remuerde la conciencia a Marcial por explotar sexualmente a su suegro o piensa solo en los cinco billetes que les sopla por el servicio a los Lerendas? No comment, amigos. Todo quedará despejado en el próximo capítulo de El Canalla. Una radionovela con contenido social y fetal.
© 2012 Jaime Gonzalo.