Archivo de la etiqueta: El País

«La charcutería del rock saca tajada de los residuos de los 70», nuevo artículo en ‘El País’

El día 30 del pasado mes de enero se publicó en El País este nuevo artículo:

La charcutería del rock saca tajada de los residuos de los 70

Andrew Matheson, líder de The Hollywood Brats, repasa en ‘Te potaría encima’ la vida de su descalabrada banda

Como en todas las esferas de la vida, la fortuna en el rock se conduce caprichosa. Nada explica por qué en dicho circo triunfan unos y fracasan otros. Aún así, hasta de sus perdedores puede extraer réditos ese negocio. Ahí está el pequeño revuelo editorial causado por la publicación de Te potaría encima (Contra). 430 páginas a lo largo de las cuales un señor llamado Andrew Matheson se toma revancha personal con la historia, erigiendo un narcisista monumento a la descalabrada e inadvertida existencia de su banda, The Hollywood Brats.

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Jaime Gonzalo.

«Rehaciendo las Américas sonoras», nuevo artículo en El País

El pasado 21 de noviembre se publicó este nuevo artículo en El País en torno a la publicación de Invenciones: La otra vanguardia musical en Latinoamérica. 1976-1988 (Munster):

Rehaciendo las Américas sonoras

Un disco recopila las vanguardias musicales latinas de los años 80 que recorren el continente con estimulantes incursiones en electrónica, progresivo y fusión folclórica

Continúa en muchos aspectos Latinoamérica siendo una indocumentada en España. Y eso a pesar de expresarse ambas en una lengua común, anudadas por raíces históricas que para bien y para mal arraigan en lo más profundo. Verbigracia, ¿qué sabemos acá de las vanguardias de allá? Probablemente, con excepción de las producidas en el ámbito literario y acaso el pictórico, tanto como de las nuestras propias: muy poco. Ya, las vanguardias lo son precisamente por conducirse antitéticas con lo popular. Polarizadas del vulgo, ni divierten ni entretienen; al contrario, trazan una linea divisoria, excluyente. Son materia reservada a las élites, culturales y por lo tanto económicas, principalmente debido a su esoterismo intelectual y a que, mecenazgos aparte, no dan para vivir, ni aparentemente sirven para nada. En su afán por superar disciplinas, devienen ininteligibles a todo aquel que no se especialice en ellas.

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Jaime Gonzalo.

«Alex Chilton resucita en una reedición española», nuevo artículo en ‘El País’

Alex Chilton

Publicado el pasado lunes en El País:

Alex Chilton resucita en una reedición española

El sello Munster recupera la etapa más oscura del músico estadounidense

Cuantiosas son las obras de rock que liban de la autodestrucción, ese don tan humano, engendrado por la arrogancia de Prometeo y la soberbia de su padre, el omnímodo Zeus. Menos frecuente resulta tropezar con artistas que perseveren en su propia aniquilación, consolidándola raison d’etre creativa. Infima se insinua la posibilidad de hallar uno de esos autosaboteadores cuya tempestad interior redunde en exaltación del genio y la belleza. A lo largo de cinco años, 1974-78, Alex Chilton (Memphis, 1950—Nueva Orleans, 2010) cultivaba esa masoquista praxis, alcanzando el fulgor artístico, que no el triunfo, al precio de envilecerse. Comprometido con la peor de las venganzas, la dirigida contra uno mismo, saboreaba durante ese quinquenio horribilis la delectación de fastidiar a quienes le socorrían, de burlarse de la imagen emitida por el espejo en el que se reflejaba, sus canciones.

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Jaime Gonzalo.

«Los Diggers y la filosofía del fracaso», nuevo artículo en ‘El País’

Diggers transitando por Haight Street

Diggers transitando por Haight Street. Foto: © Jim Marshall Photography LLC.

Este pasado viernes, 25 de agosto, he publicado en El País un artículo dedicado a Emmett Grogan, fundador del movimiento digger:

Los Diggers y la filosofía del fracaso

Emmett Grogan fue el fundador del más insobornable tumor crítico que le creció a la Contracultura.

38 años contaba Emmett Grogan cuando fallecía el 6 de abril de 1978 en un vagón de metro neoyorquino. Infarto, fue la causa oficial del óbito. Su amigo y correligionario el actor Peter Coyote la atribuiría a una sobredosis de heroína. Triste y sórdido final, en cualquier caso, para quien tanto amó la vida y tanto hizo por racionalizar su vivencia. Cofundador y alma de los diggers, el más insobornable tumor crítico que le creció a la Contracultura desde dentro, su utopía de suprimir el dinero en aras de una sociedad gratuita redundaba no ya sólo en derrota, sino en la consagración del ultracapitalismo.

Prologada como su versión original por Coyote, la publicación en España de Ringolevio (Pepitas de Calabaza), relación autobiográfica de sus andanzas, cuyo subtítulo Una vida vivida a tumba abierta lo dice todo, invita por varias razones a la celebración. Las de más peso, que corrige uno de los muchos atentados culturales del aparato censor franquista, pues la prohibiría en su día; y acaso más relevante, la posibilidad de ahondar con su lectura en el reverso tenebroso del hippismo, en las trampas y mentiras de su reformulación histórica.

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Jaime Gonzalo.

El reverso de la movida

New Buildings

Se publicaba ayer en El País este nuevo texto, donde aprovecho la salida de dos recopilatorios para hablar del underground 80s de Barcelona…

El reverso de la movida

Sonidos industriales, electrónica y riesgo confluyeron en el ‘underground’ barcelonés de los ochenta. Dos discos resucitan aquel espíritu

Hoy parecería normal, porque la tecnología lo permite y el poder de las corporaciones discográficas ha decrecido dramáticamente, pero entonces equivalía a insensatez. A principios de los ochenta, todavía huérfano el transcurrir cotidiano de ordenadores personales y del universo virtual, de crowdfundings y de otras plataformas, Klamm, un humilde pero sorprendente grupo de rock experimental que comenzaba a dar sus primeros pasos en Barcelona, rechazaba la oferta de debutar en toda regla, servida en bandeja por la entonces todopoderosa CBS.

En aquella década de lo que se dio en llamar la movida, con el personal musical ansioso por protagonizar su particular pelotazo, soñando con fichar por una gran compañía y amasar cifras de ventas, se desarrollaba en los subterráneos de la Ciudad Condal una filosofía que sin pretenderlo devenía contramovideña: un pensar y un sentir amamantados por el espíritu libertario que la capital catalana hospedaba durante el resurgir de la CNT en los setenta y el zeitgeist de la tardocontracultura local, que en las antípodas de la actual “economía colaborativa” alentaban proyectos colectivos basados en el cooperativismo.

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Jaime Gonzalo.

«Dejad que los chicos se acerquen al rock», nuevo artículo en ‘El País’

Flamin' Groovies

Hoy se ha publicado en El País este nuevo artículo:

Dejad que los chicos se acerquen al rock

Si hay una banda que desmienta la eutanasia cultural que en los 70 se le practicaba al ‘rock’n’roll’ en nombre de la utopía lisérgica, esa es The Flamin’ Groovies

El rock’n’roll no feneció con Buddy Holly, al contrario de lo que aseguraba Don McLean. Ni la contracultura pudo con él. En plena catálisis psicodélica, Grateful Dead, Quicksilver Messenger Service y Creedence Clearwater Revival insertaban en su repertorio piezas de Chuck Berry, Bo Diddley y Dale Hawkins. La actuación más celebrada de Woodstock resultaba ser la de Sha Na Na, pandilla de bergantes universitarios comprometidos con el pingüe oficio del revivalismo de los cincuenta. Otro festival también de 1969, el Toronto R&R Revival, contaba en su cartel con Gene Vincent y Little Richard. En Inglaterra celebraban el London R&R Festival en 1972, protagonizado por Jerry Lee Lewis, Bill Haley y demás hipotéticos jubilados de una era extinguida.

Operadora de un renacimiento y no de una desmomificación, tonificante y atemporal, si hay una banda que desmienta la eutanasia cultural que en teoría se le practicaba al rock’n’roll en nombre de la utopía lisérgica, esa es The Flamin’ Groovies. Nativos de San Francisco pero desalineados de la gleba ácida, su nombre titila irreductible en el paladar de entendidos y estudiosos, usufructuario de un culto en constante renovación. Activos todavía con tres de sus miembros originales, aunque reducidos a pálido escombro de lo que fueron, no precisan de esa desvaída persistencia carnal para arrogarse la gloria. Durante doce rutilantes años, 1967-1979, orzando para escapar de vientos adversos, circunnavegaron los centros de gravedad de rock y pop con exquisitas y fehacientes maneras, a bordo de los seis inspirados álbumes grabados durante su cariacontecida singladura. Que se fueron todos a pique, pecios lastrados de tesoros.

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Jaime Gonzalo.