RESUMEN DE LO ACONTECIDO:
Paco, el psicolegionario, ha conocido a Oriol Bonastret, home del temps de TV3, novio oficial de Maruja y miembro de un grupo terrorista católicogaynacionalista empeñado en que Alfonso Guerra se toque con barratina. Por lo visto, la sensual mirada de Oriol ha cautivado al lejía, que esconde un turbio pasado homosexual.
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Aquella noche tan pródiga en emociones, dado que Maruja vivía en un angosto tabuco que le realquilaba una avara portera del Putxet, Oriol decidió invitar a Paco a su apartamento, de diseño, naturalmente.
—Escolta Cisco, podrías venirte a dormir a casa. Por lo menos hasta que te busques una pensión.
El incauto Oriol no sabía donde se metía. Además de albergar peligrosas intenciones para con su ojete, Paco era un gorrón inveterado por naturaleza que allá por donde pasaba sembraba un rastro de suciedad, desorden, envidia y cleptomanía. No hace falta añadir que aceptó sin pestañear.
—Vale Oropoly —rebuznó entusiasmado por la idea—. Vamo a ve tu queo, que igual hata mola y me quedo una temporá paserte compañía, que yo zoy mu casero y mapaño putamadre en la cosina. Ya verá tú que bocadillos de coliflor preparo. Caguen la mesquita de Córdoba y er Califato Otomano.
El pisito de Oriol no estaba lejos, concretamente en la calle Muntaner, por encima de la Diagonal. Paco, al percatarse del señorío de la zona, exclamó complacido
—Mira Clembuterol, me paese que la Maru ha dao en el clavo contigo. No me importaría vivir con vosotro cuando sus caséis. Vamo, digo yo. Asina cuando hagais shurumbeles podrán tené a su tio Paco bien serquita, que la familia ha destá unía, ¡cohone!
Al entrar en el edificio Paco y Oriol se cruzaron con la vecina del segundo tercera, una madura pero voluptuosa mujer llamada Amparo Corominas, recientemente enviudada, la pobre. Aunque de pobre nada. Disponía la muy puta de una holgada situación económica, ya que su difunto marido, el marqués del Llobregat, le había legado el marquesado y una abultada fortuna amasada durante la época franquista con un sucio negocio de optalidones adulterados. Toda esa riqueza, dilapidada a tutiplén en bingos y gigolós, todo ese rango nobiliario, no bastaban no obstante para consolar a la Corominas. Se sentía sola, muy sola. Al ver a la pareja dijo:
—Huy, Oriol, que alférez más guapetón trae usted. Me lo tendrá que prestar algún día, que a mí me gusta mucho el aroma a cuartel.
Paco, ignorante crónico, incapaz de tratar a una señora como dios manda, le espetó groseramente:
—¡Qué alférez ni que poya! ¡Zervidó e caballero legionario, shosho! Y pa tufo a cuartel el de mi sipote, ea, ele, digo…
Lejos de ofender a la Corominas, ésta se sintió excitada por el zafio trato de aquel bergante sin modales.
—Pues nada, mi alférez, si no es muy tarde para usted le invito ahora mismito a picar canalones y lionesas en mi casa. Así charlaremos y nos conoceremos mejor.
Mientras la Corominas parloteaba y como siempre que se encontraba ante una mujer, Paco se dedicó a fantasear que le introducía el nabo en la boca y allí desalojaba aproximadamente un litro y medio de espesa, cremosa y nutritiva lefa que la Corominas engullía golosa mientras se hurgaba un clítoris que pendía pellejudo hasta llegarle a las rodillas. No era nadie Paco para ponerse cerdo él solito. Pero, maldad obliga, no tardó la cochinada en dar paso en su roñoso cerebro a un desaprensivo plan. Las joyas que la Corominas cargaba habían despertado su codicia. Paco era de esa clase de hombres capaces de cualquier cosa por dinero. Corrían rumores incluso de que se había comido un niño moro, y además crudo, sólo para ganar una apuesta.
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EPILOGO:
¿Caerá la Corominas en las mugrientas zarpas de Paco? ¿Será cierto lo del menor mustafá que se comió crudo y sin aliñar? ¿Salvará este fortuito encuentro entre la marquesa y el legionario a Oriol del sombrío y anal futuro que le aguarda conviviendo con Paco? Si desea resolver estos enigmas científicos, no se pierda el próximo capítulo de El Canalla, una radionovela que los tiene cuadrados.
© 2011 Jaime Gonzalo.