EL CANALLA. Capítulo 6.

RESUMEN DE LO ACONTECIDO:

La señora Corominas, ricachona vecina de Oriol, ha sido fulminada por la bruta hombría de Paco. Prendada de su rudeza y mala educación, deslumbrada por su torva y patibularia mirada, cautiva de su castrense estampa, intenta acaramelar al rufián invitándole a una cena after-hours a base de canelones y lionesas . La muy necia no sabe que está metiendo en su casa al mismísimo Lucifer.

***

¡Escucha aquí el capítulo original!


Atraído por el destello del medio kilo de diamantes que pendían del arrugado pescuezo de la Corominas, Paco aceptó la invitación esbozando una desagradable mueca que podía significar muchas cosas, ninguna de ellas buena.

—Sea, que lo cubata de la dizcoteca me han hesho entrar gusa. Pero antes me maquearé un poco en er queo del Orzowei, que ya hase mese que no pruebo er jabón y la camiza anda zola.

La señora Corominas, una pánfila, todo hay que decirlo, creyó ver deseo donde sólo refulgía avaricia. Creyó advertir pasión donde sólo se enderazaba un enorme y amenazador falo dispuesto a irrumpir cruelmente en su vida en menos que canta un gallo. Quedaron para después y se despidieron.

—Le esperaré firmes y con los canelones calentitos, mi alférez.
—Cagüen ya con lo canelone der carajo, joer. Tu zaca lorujo, una Faria, el Disen, unos cuantos carquiñoli y prepárate a resibir palos. Que seguro que a ti te va la disiplina, perra, serda, putarrón reventao.

En el ascensor, Paco ya se veía metiéndole los canelones por la pepa del ano a la Corominas, uno a uno y bien calientes, mientras la bechamel se derramaba grumosa y gratinada por la entrepierna, concentrándose en la cavernosa ranura que aquella mujer debía tener por coño, donde él la recogía a lenguetazos y mordiscos. Menos mal que nadie podía oír sus pensamientos: «Ti voy a poné marcando, ti voy a dar ma palos que a un estera, ti voy a arrancá la piel y la uñaz de lo dedo de lo pie, ti voy a etrangular con mi calsonsillos». La melosa voz de locutor metereológico de Oriol sustrajo a Paco de sus sádicas maquinaciones.

—Bueno, nano, ya estem a caseta.

El apartamento de Oriol era espacioso y muy moderno. En el recibidor había una enorme foto en la que podía verse a Oriol abrazado a Eliseu Vilaclara, el mítico pionero de los telemetereólogos catalanes. Por todas las paredes colgaban mapas metereológicos que a los ojos del analfabeto de Paco parecían galimatías. Intentó leer alguna de las palabras que atestaban aquellos mapas.

—C-a-l-a-m-a-r-s-a-d-a, T-a-m-b-u-r-i-n-a-d-a, X-a-f-e-c-s…

El esfuerzo mental que Paco tuvo que realizar para pronunciar aquellos términos técnicos le dejó extenuado, confuso, sumido en un catatónico estado de meditación que a punto estuvo de provocarle un ictus y del que no sacó en claro absolutamente nada. Sólo cuando oyó la aterciopelada voz de Oriol, siempre a su rescate, pudo escapar de la atrofia cerebral que hacía rechinar sus minúsculos sesos.

—Me voy a duchar, Cisquet. Si quieres ponte algún vídeo mientras tanto.

La palabra «ducha» despertó la tórrida líbido de Paco, que, para despistar, preguntó:

—¿No tendrá tú ninguna casete de Ágata Lys, verdá shorbo?

***

EPILOGO:
¿Logrará Paco no ya sólo averiguar el significado de «calamarsada» sino pronunciarlo? ¿Tendrá Oriol entre sus videocassettes alguno de Ágata Lys? ¿Estarán calientes los canelones y frías las lionesas? Si desea conocer el desenlace de todas estas cuestiones no se pierda el próximo episodio de El Canalla, una radionovela de padre y muy señor mío.

© 2011 Jaime Gonzalo.

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