
Stiv Bators al frente de Dead Boys en el Roundhouse, Londres, 1978. Foto: Ray Stevenson.
Arturo García firma esta entrevista que publicó El Diario Vasco el pasado viernes, 26 de agosto, en la cual hablo de mi último libro, Mercancía del horror, y de las relaciones entre fascismo, rock, idolatría y el propio individuo…
David Bowie, Sid Vicious, Lemmy de Motorhead, Keith Moon, Brian Jones de los Stones, Joy Division, Siouxsie, Eric Clapton, Bryan Ferry, Stiv Bators, Blue Oyster Cult o Jimmy Page de Led Zeppelin vestido de nazi en plena gira, todos tienen algo en común. En algún momento de sus carreras, por el motivo que fuera, casi siempre estético o provocador, jugaron a incorporar elementos o actitudes fascistas y nazis dentro de su propuesta escénica, estética o musical. El periodista musical Jaime Gonzalo ha rastreado en su nuevo ensayo ‘Mercancía del horror’, las huellas del impacto del fascismo en la cultura popular, especialmente en el rock y géneros como el punk, la música industrial o el hardcore.
¿Qué le llevó a indagar en esa conexión entre el fascismo y el mundo del pop y el rock?
La curiosidad personal. Fue tirar de un hilo y la verdad es que había mucho que cortar. Tanto, que incluso no ha cabido todo en este libro.
¿La labor de documentación fue complicada? ¿no han intentado borrar las estrellas esos escarceos?
Las hemerotecas son recordatorios fieles de lo bueno o malo que pueda uno hacer o decir. No creo ni que hayan querido borrar eso. Es más, creo que más de uno no tendrá ningún reparo o cargo de conciencia por haber dicho lo que dijo o vestido la ropa que vistió. En cualquier caso, el libro no pretende juzgar a nadie ni toma postura en ese sentido.
Jaime Gonzalo.