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Artículos escritos por Jaime Gonzalo.

El pentateuco según Daevid Allen & Gong

En el número de verano de Ruta 66 he publicado un artículo-réquiem en memoria de Daevid Allen. Como complemento, sirva la exhumación de la entrevista e informe que aparecieron conjuntamente en el n.º 161 de la misma publicación.

Repitan conmigo: banana nirvana manana banana nirvana manana  banana nirvana manana  banana nirvana manana

¿ABURRIDO DE VIVIR SIEMPRE EN EL MISMO SISTEMA SOLAR? UN VIAJE AL UNIVERSO DE DAEVID ALLEN LE DEJARA COMO NUEVO. SU LEGENDARIO GRUPO GONG CONMEMORA 32 AÑOS DE VUELO CON OTRO ALBUM. NADA MEJOR PARA CELEBRARLO QUE REVISAR TAN ABULTADA SAGA V ENTREVISTAR AL PADRE NATURAL DE LA PSICODELIA BRITANICA.

Toda realidad puede ser diferente de aquella que creemos percibir directamente y que componemos con la ayuda de ideas que no se muestran pero que están activas. los árboles, el sol y el cielo no serían tal como los vemos si hubieran sido descubiertos por unos seres con ojos distintos a los nuestros, o que para el caso poseyeran otros órganos y que darían a los árboles, el cielo y el sol unos equivalentes pero no visuales

Marcel Proust

Eterno dilema el de la realidad de las cosas. Estas sólo lo son en la medida en que se nos ha enseñado a verlas, cabe siempre la posibilidad de que no existan como tales fuera de nuestra angosta jurisdicción sensorial y de que el mundo que las abarca sea tan imaginario como aquel o aquellos que no sabemos ni podemos visualizar, susceptibles así y todo de ser visitados ocasionalmente, sea mediante la voluntad del pensamiento o bajo la influencia de estímulos artificiales. Ver para creer es la consigna de una cultura, la nuestra, paradójicamente sustentada en la política y la religión, dos instituciones cuyo sentido no es otro que el de inculcar la fe en lo inaprensible, o sea en otros mundos, mientras en este el tiempo presente transcurre siempre y cuando el futuro hasta el que deben conducirnos, si cumplimos con las penalidades inherentes a tan perverso trámite, se mantenga permanentemente inalcanzable

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Mighty Hannibal: Sus macarrones se llevan toda tu mantequilla

Mighty Hannibal

Mighty Hannibal falleció el pasado 30 de enero. Vaya este texto como homenaje.

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James T. Shaw, alias King Hannibal, alias the Mighty Hannibal. El último de los r&r niggers. Motherfucker mayor de Harlem. Chuloputas en la reserva. Soulman en activo. Poca vida por delante pero mucha por detrás. En el crepúsculo de una agitada vida, vuelve a brillar su inconfundible turbante.

Ha perdido la visión de un ojo. Tampoco funciona muy bien del otro. Le falla así mismo el oído. Y la cadera, que la tiene fastidiada y ya requiere bastón. Son los suyos sesenta y siete años socavados a conciencia. El paso del tiempo es cruel, no ya porque aproxima el fin, sino porque nos arrebata a la persona, o personas, que una vez fuimos, endosándonos en su lugar una espectral caricatura. En este inofensivo vejete que todavía masculla las palabras con desdentado acento sureño, apenas sobreviven rasgos del hijoputa de arrogante mirada que conservan antiguas fotografías y grabaciones. Un tipo que por menos de esto podía practicarte un bonito orificio en la barriga. Traje y sombrero raídos, enclenque y consumida presencia, a Mighty Hannibal le quedan dos telediarios contados, pero el hombre retiene dignidad. Y su sonrisa es permanente. «¿Quién te ha dicho que he dejado de serlo?»’, le espeta a Billy Miller cuando este hace alusión en pasado a su oficio de macarra. ¿Irá armado todavía? Ciertas costumbres no se olvidan así como así. James T. Shaw no sólo chuleó profesionalmente —a los diecisiete años ya tenía diez mujeres haciendo la calle—, también secuestró paquidermos con propósitos promocionales, ejerció de extra cinematográfico —una de sus esposas fue Carol Speed, protagonista de Blacula—, tuvo tratos con la mafia, se dio a la heroína y pasó año y medio entre rejas. Tela, la del elemento, cuyas legendarias andanzas junto a Little Richard, James Carr, Sam Cooke —Hannibal es la segunda voz en «Bring it on home to me»— y el dúo maravillas Larry Williams/Johnny Guitar Watson —«¡cuando la cocaína era cocaína!»— se suceden sin freno en la impagable biografía oral que este oscuro icono soul rememora en el apretado libreto de Hannibalism!, su única antología existente.

Nos encontramos en Sylvia’s, un restaurante soul food de Harlem. En un plis plas Hannibal devora con apetito canino varias chuletas de cerdo regadas en abundante salsa de ciruela y sepultadas bajo una espesa capa de puré de patatas, mientras a nuestras espaldas Lonnie Youngblood y su banda amenizan un cumpleaños que ha congregado varias limusinas en el aparcamiento de Sylvia’s. A la mesa también se sienta Christopher Frieri, director de I was a teenage mummy, filmando la entrevista para un documental en el que anda trabajando. Y Miriam y Billy, claro, que hace cinco años rescataron a Hannibal del olvido publicando en Norton Hannibalism!. Hannibalism!, que muestrea casi todos los singles grabados entre 1958 y 1973, y la inclusión del rompepistas «Get in the groove», 1970, en la BSO de Velvet goldmine (’98), han hecho posible la resurrección profesional de Shaw, supeditada claro está al delicado estado de salud del susodicho. Que aunque frágil, todavía le faculta ciertos trotes, como prueba su intervención en el recientemente aparecido álbum en directo Get in the groove.

Insiste Hannibal en que le organice un par de conciertos en España, y si no fuera porque su estado lo desaconseja, de mil amores aceptaría la misión. Boicoteado por la industria debido a sus competencias en el proxenetismo —práctica común entre artistas negros de la época como Johnny Taylor, Guitar Watson y el marido de Billie Holiday, introductor de Hannibal en el negocio—, viéndose arrinconado en sellos menores que restaron repercusión a sus poderosos singles, Shaw intentó rehabilitarse comercialmente a mediados de los 60, abandonando la prostitución para mantener decentemente a sus once hijos. Reinventado en The Mighty Hannibal y con un turbante como signo distintivo, a falta de una personalidad vocal definida dio vida a excitantes interpretaciones soul-funk que fueron reflejando su paulatino interés en la temática sociopolítica, denunciando Viet Nam y las drogas, o ambas cosas a la vez, como sucedió con «Hymn nº5» (66), el mayor de sus impactos en listas junto a la elegía a la metadona «The truth shall make you free» (72).

¿Qué sensación le provoca que su carrera haya sido reactivada a estas alturas de su vida?

Oh, sí, tío. Esto es la monda. Un día estaba en Warner Brothers y conocí a Matt Weingarden —pincha de una emisora de New Jersey, redescubridor virtual de Hannibal, NdA—, quien me presentó a Billy Miller y me consiguió un contrato con Gordon Brown.

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Señales de humo: «La puta calle: Tierra de todos, tierra de ellos»

Señales de humo: La puta calle

El pasado lunes 18 de noviembre apareció otra edición de mi columna en Rockdelux.com, «Señales de humo»:

Chispas echa por la pluma un columnista de cierto periódico digital porque el Ayuntamiento de Madrid ha decidido “regularizar” a los músicos callejeros. A partir de ahora, quienes pretendan deleitar o mortificar al transeúnte de la Villa y Corte con sus tañidos deberán superar un examen previo. A dos causas achaca el artículo esa medida: el afán recaudatorio de un cabildo que ya no sabe como zurcir los agujeros de sus bolsillos y la obsesión de la derechona, en cuyas manos se encuentra ese consistorio, por controlar la calle y lo que en ella suceda. De lo primero no cabe duda, si es que se determina aplicar tasas. La labor del poder que teóricamente representa al pueblo bajo el signo que sea consiste, entre otras cosas, con o sin crisis, en aligerar de haberes el saldo del ciudadano y fiscalizar al máximo sus actividades, que por algo quienes lo detentan son más listos y saben mejor qué hacer con el producto del esfuerzo ajeno. En cuanto a lo segundo, me permitirán que discrepe sin ánimo de llevar la contraria. Los conservadores no son los únicos que gustan de monopolizar asfalto y calzadas.

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Jaime Gonzalo.

CORNADAS DE PALABRA ASTADA

La belleza, y por lo tanto la poesía, puede ocultarse en lugares insospechados. Apollinaire, por ejemplo, la halló en el frente, glosando el imposible pero plausible esplendor de la guerra. Hundido en el barro de las trincheras, mientras los obuses alemanes silbaban por encima de su cabeza, escribió y editó versos sin ausentarse del campo de batalla. El tableteo de las ametralladoras era «música», los soldados estaban hechos de «loza y carbunclos», la artillería enemiga disparaba proyectiles que «maullaban un amor de delirio».

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Señales de humo: «Cenizas psicofónicas. Del horno al plato»

La semana pasada vio la luz otra edición de mi columna en Rockdelux.com, «Señales de humo»:

Si no un bonito cadáver, qué menos que dejar un “original” souvenir orgánico a deudos y allegados. Se acabaron los camafeos con mechones de pelo, los brazos incorruptos, las momias de cuerpo entero. La últimas tendencias señalan que nos perpetuaremos convirtiendo nuestras cenizas en un bonito disco de vinilo. Mortuorio fetiche donde se conservarán para la posterioridad las melodías que en vida nos marcaron, aquellos sonidos que se nos antojen o, dada la indecisión de muchos, el más sepulcral de los silencios. Jaime Gonzalo reflexiona sobre este espinoso tema.

Lee el texto completo en Rockdelux.com

Jaime Gonzalo.

Señales de humo: «Secuelas del punk. Una costosa inversión».

Se publica hoy una nueva edición de mi columna en Rockdelux.com:

El punk, el oficial, el del 77, quiso acabar con la divinización del artista, entre otras ambiciones igualmente loables y malogradas, pero también sembró muchos malentendidos y practicó injustas purgas. En el saco de los dinosaurios a depurar, se introdujo con ellos toda una serie de valores que, si en algunos casos respondían a la celebración del exceso, en muchos otros contribuían al crecimiento intelectual del rock. Un prejuicio que el bumerán de la historia, parece, está empezando a desterrar.

Lee el texto completo en Rockdelux.com

Jaime Gonzalo.

Roy Wood

Roy Wood

Qué responderle a Dios si pregunta cómo regresar a Blackberry Way sorteando los campos de fresas

Con ROY WOOD el Supremo, THE MOVE los Ángeles de Birmingham, ELECTRIC LIGHT ORCHESTRA como Jerry Lee Beethoven y WIZZARD la Sinfónica de Dante

Solo o con The Move, fundando la ELO o al mando de Wizzard, Roy Wood es uno de los más polifacéticos colosos del rock británico de cosecha. Un maestro del pastiche capaz de metamorfosearse de la sinfónica pop a la rock and roll big band, del quinteto flower power más ecléctico de todos los tiempos a la orquesta glam más demente del universo. Llámale Mr. Wizzo, alias El Hechicero.

Desmenuzar los pormenores de la genialidad, qué factores, accidentes y misterios intervienen en un mismo vórtice para que el pedernal de la mente se sacuda las tinieblas de encima y produzca, luz, no es ni la mitad de laborioso, o inservible, que determinar cuantas clases de genio coexisten. El genio, como la estupidez, es algo democráticamente innato, llamado también índole o temperamento, con lo cual cuantificar la disposición del individuo para ejercer la facultad de crear (lo que sea, un teorema trigonométrico, un cazo de barro), del mismo modo que la estupidez mesura el impulso de destruir. Ahora bien, ¿qué genio es mayor, el que crea en primera instancia o el que coloniza esa ocurrencia ajena, estableciendo en ella la premisa sobre la que sustentar una actividad creativa que igualmente deviene única, traspasando acaso las fronteras del facsímil para fertilizar un significado propio?, ¿tiene realmente importancia el orden de los acontecimientos, la jerarquía del calendario? ¿Existe en verdad un genio puro, primigenio, que emerja de sí mismo y no de otros? Extrapolemos este manojo de dudas al divertido estamento pop, allí donde el ego se confunde con el genio al constituirse en la fuerza creativa dominante, y la respuesta nos estallará en las narices.

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Señales de humo: «No digas más».

Ve hoy la luz una edición más de mi columna para Rockdelux:

Kevin Ayers

Kevin Ayers (1944-2013).

Por escrito o de viva voz, asunto delicado, el de entintar unas líneas de despedida cuando llega la hora de realizar el último adiós, por lo general dirigido a la bola terráquea y a los que en ella se quedan. Como si no recolectáramos bastantes preocupaciones en vida, viene esta a apurar la cuota, con el agravante de que aquello que se diga a las puertas de la muerte tiene más importancia que todo lo dicho mientras nos encaminábamos hacia ellas. Menuda papeleta, la de rellenarse uno mismo su epitafio y salir airoso del trámite.

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Jaime Gonzalo.

Señales de humo. «Krautopía artificial. La ficción del krautrock».

El pasado viernes 27 de julio se publicó una nueva edición de «Señales de humo», mi columna en Rockdelux:

Actúan en breve en España Michael Rother (8 de septiembre en el festival On The Sea de Murcia) y Jaki Liebezeit (1 de agosto en el Caixaforum de Barcelona, junto con Burnt Friedman), de Neu! y Can respectivamente, dos nombres medianamente familiares a todo aficionado que se precie de bien informado. El primero repasando los repertorios de Neu! y Harmonia, el segundo presentando material fresco, plantean ambos casos la disyuntiva de enfrentarse o no a una sesión de respiración artificial. Estirado en el tiempo y sometido a un fin prolongado, el krautrock vive horas altas en ciertos círculos, alimentado por la contradicción de que su modernidad es suficientemente resistente para inmunizarse contra la banalización posmodernda.

Jaime Gonzalo.

Señales de humo. «Los críticos. Inefables, invisibles».

Ayer 9 de mayo se publicó en la web de Rockdelux la columna «Señales de humo» de este mes:

 Por exceso o por defecto, la figura del crítico musical aparece siempre desenfocada en esa desavenida foto de familia que es la de la «cultura» rock. Eterno blanco de filias y fobias, su crédito tambaleándose por intrusismo y mediocridad, el crítico sigue despertando reacciones polarizadas mientras su función deviene cada vez más imprecisa y, uy, irrelevante. Ni adulación ni negación van a cambiar el hecho de que su futuro resulta ahora mismo peliagudo de pronosticar. Mientras tanto, seguirá habiendo plumas que agiganten y otras que enanicen.
Jaime Gonzalo.